Douiret, el ksar y la mezquita subterránea
En torno a Matmata se encuentran los ksur, graneros fortificados, construidos por un pueblo orgulloso y rebelde que ha sabido defender su estilo de vida. Al norte de Africa, desde Marruecos hasta Libia, se llama ksar (singular de ksur) a los pueblos fortificados; en cambio aquí son graneros colectivos compuestos por habitaciones o estancias llamadas ghorfa, de forma alargada, techos abovedados y pequeños huecos de ventilación.
Albergaban las provisiones y se construían agrupadas y superpuestas hasta en cinco niveles; eran custodiadas por los ksur que en la llanura reciben el nombre de kalaat, castillos fortificados, y son más amplios que los de la montaña.
Precisamente uno de estos ksar, llamado Ouled Debbab, fue adquirido por un empresario para convertirlo en un hotel; las restauraciones permiten disfrutar de una café, un restaurante y un Museo de Arte Islámico.
Desde aquí tomaremos una carretera que surca el duro paisaje mineral del Dahar, custodiado por altos y rocosos picos; luego de pasar por el pueblo nuevo llegaremos nuestro destino: la aldea antigua, el pueblo abandonado de Douiret, que solamente nos pide tiempo para recorrerlo.
Ubicada a 22 Km al sudoeste de Tataouine, en una región montañosa, es un lugar casi desconocido por los turistas; las casas de la aldea están construidas sobre una montaña escarpada y parecen suspendidas en el aire; entre ellas brillan las blancas paredes de una mezquita con una kalaat de piedra.
Hasta el siglo XIX, Douiret fue una parada en la ruta de las caravanas y era una aldea próspera, con más de tres mil quinientos habitantes. Se llega recorriendo un camino que desemboca en lo que fue la calle principal, bordeada de casas troglodíticas abandonadas; cada casa estaba compuesta por un granero de piedra y dos habitaciones excavadas en la roca; la segunda era llamada “la habitación de la novia”. Este sistema permitía disfrutar de frescura en verano y protegerse del frío en el invierno.
Aquí se encuentra la única mezquita subterránea de Túnez, custodiada por una higuera antiquísima cuyas ramas se extienden sobre el patio. Una mancha negra a su lado nos indica la entrada al lagar subterráneo, que permanece activo como desde hace siglos; es un ingenioso sistema de extracción del aceite de oliva a partir de aceitunas trituradas con un dispositivo de pesos y contrapesos. El aceite extraído, por efectos de la menor densidad, flota sobre el agua.
Si contratan un guía, les indicará e interpretará los signos inscritos en las construcciones, como manos de Fátima y triángulos. Si la idea es quedarse, hay un ksar acondicionado como alojamiento por una asociación civil, y una taberna donde se puede saborear la comida tradicional en un ambiente auténticamente familiar.
Foto: Municipalidad de Douiret
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