Los puertos púnicos de Cartago

Puertos punicos de Cartago

Cartago, una de las ciudades más notables de la Antigüedad localizada en Túnez, no deja de sorprender a nadie que se acerque a visitarla. Sus restos arqueológicos, así como su historia forman parte inseparable de la de la humanidad y hablan por sí mismos en innumerables ocasiones.

La importancia e influencia de este enclave dentro del Mundo Antiguo (cuyo poder se basaba básicamente en las prácticas comerciales) radica en el hecho de que la ciudad fue el punto de encuentro entre las dos culturas que se extendían alrededor de la cuenca mediterránea.

En este sentido, sus puertos (verdadera conexión de la ciudad con el “mundo exterior”) conformaban el núcleo principal de la actividad y, en consecuencia, su transcendencia en el devenir de los acontecimientos y de la historia de la ciudad es indiscutible.

En nuestros días, su localización exacta sigue estando en el punto de mira de los historiadores y arqueólogos, que se basan en las noticias que nos ha legado el también historiador Apiano (siglo II) pero que sin embargo, y aunque las labores de excavación comenzaron en la década de los 70, siguen sin dar frutos en cuanto a la verdadera posición del yacimiento, convirtiéndolo en uno de los hitos más discutidos dentro de la historiografía púnica. A este respecto, la situación del puerto original que estuvo en uso durante los primeros cinco siglos de vida de Cartago permanece totalmente en el aire.

Este silencio parece que está fundado en el hecho de que no ha perdurado ningún elemento ni del lugar físico, ni tampoco de las embarcaciones atracadas en él, bien porque hayan sido destruidas por posteriores instalaciones o por cambios en la topografía.

El texto de Apiano, muy importante para este asunto, aun cuando presenta quizá más dudas que respuestas, es el siguiente:

“Los puertos de Cartago estaban dispuestos de tal modo que los navíos podían pasar de uno a otro; accedían desde el mar por una entrada de unos 21 m de anchura, la cual se cerraba con una cadena de hierro. El primer puerto, reservado a los mercantes, estaba provisto de numerosos y variados amarres. En medio del puerto interior había una isla. La isla y el puerto estaban bordeados por grandes muelles. A lo largo de estos muelles había hangares, que podían albergar 220 barcos de guerra, y sobre los hangares se levantaron almacenes para los aparejos. Delante de cada hangar se elevaban dos columnas jónicas, que daban a la circunferencia del puerto y de la isla el aspecto de pórtico. En la isla se construyó un pabellón para el almirante, y de dicha construcción partían las señales de las trompetas y las llamadas de los heraldos. Desde ahí, el almirante ejercía su vigilancia. La isla estaba situada enfrente de la entrada y se hallaba a mayor altura: así el almirante veía lo que ocurría en el mar, mientras que los que llegaban de más allá no podían distinguir con claridad el interior del puerto. Los arsenales eran invisibles incluso para los barcos mercantes: éstos estaban rodeados de un muro doble y dotados de puertas, las cuales permitían a los mercantes pasar del primer puerto a la ciudad sin que pudieran atravesar los arsenales.”

Foto Vía: esacademic.com

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